viernes, 23 de abril de 2010

Argumentos a favor de la eutanasia




Hay situaciones muy duras en las que una persona puede decidir que la vida así no es digna.

¿Quiere esto decir que la vida de todos los enfermos terminales es indigna y debe ser eliminada? Sería una afirmación muy cruda… Pero si la dignidad depende de la percepción del enfermo, entonces es subjetiva. Cualquiera podría decidir cuándo y en qué condiciones su vida es indigna. Por lo tanto, la sociedad debería dejar de intentar prevenir los suicidios y de luchar, por ejemplo, contra la anorexia, pues una persona podría decidir que su vida con cinco kilos de más es indigna, y suicidarse lentamente.
Si alguien ha perdido la conciencia o la capacidad de deliberación, no hay vida específicamente humana.

¿Por qué una pérdida que se supone permanente de la conciencia hace que una vida deje de ser humana, y una pérdida temporal (durante el sueño, o tras un golpe), no? Mientras un ser humano vive, conserva la dignidad de todo ser humano. En una sociedad que presume de defender la dignidad humana y a los débiles, es una gran hipocresía defender que algunas vidas son más dignas que otras. Aquí ya no se habla de libertad del individuo, sino de poder de otros para eliminarlo.
Legalizar la eutanasia no es aplicarla a todos, sino a quienes la elijan libremente

Uno de los principales defensores de la eutanasia en España, el doctor Luis Montes, llegó a declarar ante el juez que no había consultado a algunos de sus pacientes sobre la sedación terminal para no hacerlos sufrir. Difícil creer que con la eutanasia vaya a ser distinto. Un estudio de 1995, en Holanda, encontró que 900 eutanasias, de 4.500, se habían hecho sin consentimiento del paciente. En 1990, el informe Remmelink detectó un total de 8.100 actuaciones destinadas a acelerar la muerte, el 61% de ellas sin consentimiento del paciente. En Oregón, único Estado estadounidense (hasta ahora) donde estaba legalizado el suicido asistido, la ley exige que, ante la sospecha de que quien lo solicita sufra de algún trastorno psíquico, como la depresión (frecuente en enfermos terminales), se le remita a un especialista que evalúe si tiene capacidad de decidir libremente. Pero este mandato es ignorado, pues ninguna de las 46 personas que se suicidaron en 2007 fue evaluada, aunque una cuarta parte de ellos presentaba síntomas claros de depresión. Un estudio similar en Holanda descubrió que, al menos, el 50% de enfermos que habían solicitado la eutanasia estaban deprimidos. Claro, que no todos verán en esto un argumento en contra de la eutanasia, porque, si la depresión empeora la calidad de vida de los enfermos terminales –y no sólo de ellos–, siguiendo los argumentos pro-eutanasia, esa misma depresión justificaría la eutanasia.
No se puede comparar la eutanasia con las prácticas nazis, porque aquéllas eran impuestas y la eutanasia es elegida libremente.

Dejando aparte las dudas sobre la libertad al pedir la eutanasia, la comparación no se basa en que la eutanasia fuera voluntaria o no, sino en que cualquier eutanasia supone acabar con una vida porque se considera indigna. Si se admite que alguien pueda decidir eso sobre su propia vida, pronto pasarán a poder decidirlo los familiares, o los médicos. O los gestores del Gobierno, que quieren recortar gastos. Entonces morir se puede convertir en un deber, como pide la baronesa Warnock, bioeticista inglesa, para ancianos con demencia, que "malgastan la vida de la gente y los recursos" del sistema sanitario. El actor y activista de izquierdas Martin Sheen (protagonista de El ala oeste), ante el referéndum que ha legalizado el suicidio asistido en el Estado de Washington, advirtió en un anuncio de radio de que perjudicaría a las personas con pocos ingresos, a los que, en vez de financiarles los tratamientos, "se animaría a elegir el suicidio asistido". Los enfermos con cáncer de Oregón están descubriendo que el sistema sanitario no cubre sus tratamientos, pero sí el suicidio asistido.
Si la autonomía del paciente está regulada, es una contradicción que no se le permita ser autónomo hasta el final.
Los derechos individuales no prevalecen siempre. Por ejemplo, el derecho a la propiedad cede ante un embargo e incluso ante una expropiación para realizar obras públicas. Cuánto más la autonomía del paciente, al entrar en conflicto con la propia vida, requisito previo de todos los demás bienes y derechos.
Aunque algunos no la compartan, diversas organizaciones defensoras de la vida han defendido la legitimidad de la decisión de Hanna Jones, la menor que ha rechazado un transplante de corazón.


¿Qué diferencia hay entre eso y la eutanasia, por ejemplo, retirando un ventilador o la alimentación?

No aplicar un tratamiento y aceptar la muerte es distinto a intervenir directamente para provocarla, ya sea con una inyección letal (eutanasia activa) o retirando la alimentación, hidratación, ventilación o higiene, que no son tratamientos médicos, sino cuidados básicos debidos a la dignidad humana (eutanasia pasiva).
Aun en el caso de legalizarse, la eutanasia sólo se aplicaría en casos muy concretos y limitados.
Una vez se abre la puerta a la eutanasia y/o al suicidio asistido, se entra en una pendiente deslizante, pues la sociedad se acostumbra a esta práctica y se reduce el umbral de tolerancia al sufrimiento. Cada vez se está aplicando más a enfermos no terminales, y se llega a casos extremos como el de la alemana Bettina Schardt, a quien un activista pro-eutanasia ayudó a morir porque le costaba cuidar de sí misma y no quería acabar en un asilo. En una carta al director en el diario El País, un lector justificaba la eutanasia como solución a la situación de tantos mayores desatendidos y solos como hay hoy en día, que "verían el cielo abierto".
La eutanasia y el suicidio asistido son una respuesta al sufrimiento.
El doctor Montes instauró en el servicio de Urgencias que dirigía la frase: "Hay que sedar [sedaciones terminales] por ética y por estética". La estética se refería a los pacientes en coma que, sin estar sufriendo, resultan desagradables de ver cuando tienen crisis epilépticas, se mueven o emiten sonidos. También son, claro, candidatos a la eutanasia.
El sufrimiento es siempre un mal y todo está justificado, con tal de evitarlo.
El sufrimiento es parte de la vida y, aunque se debe luchar por acabar con él, el fin no justifica los medios. "Me preocupa que, al defender el derecho a la sedación final definitiva, lo hagamos de tal forma que contribuya a fortalecer el miedo al sufrimiento y, como derivada, la intolerancia de cualquier situación que nos pueda parecer dolorosa. Porque entonces podemos legitimar socialmente actuaciones que obedezcan más a una cultura de anestesia que a una cultura de dignidad en el vivir". Lo afirmaba Milagros Pérez Oliva, especialista en temas de Sanidad de El País, en un seminario, aunque años después ha contribuido a lo que entonces criticaba.
Es admirable que algunas personas muy enfermas o con graves discapacidades saquen su vida adelante, pero no se le puede exigir eso a todas.
La sociedad tiene el deber de proteger a los grupos más vulnerables, como los discapacitados. Y estos colectivos han declarado en varias ocasiones el daño que les hace cada vez que se habla de eutanasia, cómo el mensaje que se transmite sobre la discapacidad es cada vez más negativo, e incoherente con la lucha por su integración.
Se debe legalizar la eutanasia para evitar el encarnizamiento terapéutico.
La misma deontología médica que se opone a un exceso, se opone al otro. Hay que investigar esos casos y sancionarlos, en el caso de que realmente se den. De existir de verdad, seguramente los medios pro-eutanasia les darían publicidad, cosa que no ha ocurrido.
La eutanasia es compatible y el complemento perfecto a los cuidados paliativos.
En el hospital Severo Ochoa, de Leganés, a pesar de que, en el año 2003, se creó una Unidad de Cuidados Paliativos, se siguieron practicando las sedaciones terminales indebidas en Urgencias, lo que demuestra el divorcio que, en la realidad, existe entre los cuidados paliativos y otras prácticas que se intentan asimilar con ellos. El doctor Montes llegó a afirmar, en el periódico Diagonal, que "no hace falta que el enfermo haya pasado por una unidad de cuidados paliativos" antes de ser sedado terminalmente.
Hay un clima de opinión que pide que se legalice la eutanasia.
No es cierto. Ciertos sectores de la sociedad, con películas como Mar adentro (de argumento similar a una película de propaganda nazi), la manipulación política del caso Montes (que no consiguió impedir que el PP mejorara sus resultados electorales en Leganés y la Comunidad de Madrid en 2007) y las declaraciones periódicas del ministro Bernat Soria, pretenden que la eutanasia tenga una mayor presencia en los medios de la que realmente tiene en la calle o entre los profesionales sanitarios. Hasta la ex ministra de Sanidad socialista, Elena Salgado, declaró al poco de estrenarse Mar adentro que no existe "una demanda de este tipo, ni tan siquiera ese debate".
Es mejor que la eutanasia se aplique en el ámbito sanitario, en vez de que la gente busque formas de suicidarse por su cuenta.
Siempre habrá casos que no cumplan los requisitos, y los activistas son los primeros en aconsejar los métodos clandestinos. El activista Philip Nitschke, que explica su método de suicidio en conferencias y a través de Internet, recomendó a quienes crean que tienen alzheimer que busquen ayuda para suicidarse lo antes posible y no acudan al médico. La organización Dignitas enseñó a cuatro de sus clientes a suicidarse con helio para evitar los trámites legales.

En contra de la eutanasia


RAZONES Y FUNDAMENTOS EN CONTRA DE LA EUTANASIA:


La vida es algo natural y no renunciable, es un don gratuito de Dios y nadie está legitimado para acabar con la vida de un inocente enfermo, minusválido u deficiente.¿En qué consiste morir con dignidad?-El derecho:·A no sufrir inútilmente ·A conocer la verdad de su situación·A decidir sobre sí mismo y sobre las intervenciones a las que se haya de someter ·A recibir asistencia espiritual -No es un derecho del Estado legislar sobre el derecho de la vida, ya que el individuo es anterior al Estado; no recibe del Estado o de la sociedad el derecho a vivir, por lo tanto no se le puede quitar lo que no le dio.-De aceptarse la eutanasia ,el Estado está violando uno de sus fundamentales deberes: respetar y hacer respetar los derechos fundamentales de las personas, el primero de los cuales es el derecho a la vida.-El Código Penal protege a todo ser humano y su derecho a vivir frente a cualquiera que lo quisiera matar, da lo mismo que quien mata lo haga por crueldad o por compasión.Consecuencias de una ley de eutanasia:- Desde el paciente terminal, el principal efecto de la aceptación de la eutanasia es el miedo, miedo a que los que lo rodean puedan diagnosticar que es acreedor de la eutanasia, miedo a los profesionales de la sociedad, miedo a los familiares, miedo a las instituciones esenciales.- Una sociedad en que la eutanasia no se percibe ni se castiga por los poderes públicos, está diciendo a sus miembros que no le importa que sean eliminados, si ya no se les ve futuro o utilidad. En una sociedad con eutanasia legalizada el anciano o enfermo grave tendría un muy justificado miedo a que las personas que lo rodean no fueran una ayuda para su vida sino unos ejecutivos de su muerte.Altenativas frente a la eutanasia:La medicina paliativa es una alternativa frente a la obstinación terapéutica y a la eutanasia. Es una nueva especialidad de la atención médica al enfermo terminal y a su entorno. Contemplando el problema de la muerte del hombre desde una perspectiva profundamente humana, reconociendo su dignidad como persona.


¿QUÉ DICE EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA SOBRE LA EUTANASIA?


Cuidar a los enfermos2276 Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible.Eutanasia es acción u omisión para provocar la muerte2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente reprobable. Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de proscribir y excluir siempre.La interrupción de tratamientos desproporcionados es legítima2278 La interrupción de tratamientos médicos onerosos, peligrosos, extraordinarios o desproporcionados a los resultados puede ser legítimo. Interrumpir estos tratamientos es rechazar el "encarnizamiento terapéutico". Con esto no se pretende provocar la muerte; se acepta no poder impedirla. Las decisiones deben ser tomadas por el paciente, si para ello tiene competencia y capacidad o si no por los que tienen los derechos legales, respetando siempre la voluntad razonable y los intereses legítimos del paciente.Se pueden utilizar analgésicos para combatir el dolor aún a riesgo de acortar la vida2279 Aunque la muerte se considere inminente, los cuidados ordinarios debidos a una persona enferma no pueden legítimamente ser interrumpidos. El uso de analgésicos para aliviar los sufrimientos del moribundo, incluso con riesgo de abreviar sus días, puede ser moralmente conforme a la dignidad humana si la muerte no es buscada, ni como fin ni como medio, sino solamente prevista y tolerada como inevitable. Los cuidados paliativos constituyen una forma privilegiada de la caridad desinteresada. Por esta razón deben ser alentados.


¿QUÉ DICE EL SANTO PADRE?


En el Discurso a la Academia Pontificia para la Vida (27-II-1999): LA EUTANASIA Y EL SUICIDIO ASISTIDO el Papa Juan Pablo II habla claramente acerca de la postura y la obligación de la Iglesia con respecto a este tema, sus causas y también sus graves consecuencias:El mal está en ambos extremos: ensañamiento terapéutico y eutanasia"La dignidad del moribundo", pretende llevar luz de doctrina y de sabiduría a una frontera que, en algunos aspectos, es nueva y crucial. En efecto, la vida de los moribundos y de los enfermos graves está expuesta hoy a una serie de peligros que se manifiestan, unas veces, en forma de tratamientos deshumanizadores y, otras, en la desconsideración e incluso en el abandono que puede llegar hasta la solución de la eutanasia.


Cultura del bienestar"El fenómeno del abandono del moribundo, que se está extendiendo en la sociedad desarrollada, tiene diversas raíces y múltiples dimensiones. Hay una dimensión sociocultural, definida con el nombre de "ocultación de la muerte": las sociedades, organizadas según el criterio de la búsqueda del bienestar material consideran la muerte como algo sin sentido y, con el fin de resolver su interrogante, proponen a veces su anticipación indolora La llamada "cultura del bienestar", implica frecuentemente la incapacidad de captar el sentido de la vida en las situaciones de sufrimiento y limitación, que se den mientras el hombre se acerca a la muerte. Esa incapacidad se agrava cuando se manifiesta dentro de un humanismo cerrado a la trascendencia, y se traduce a menudo en una pérdida de confianza en el valor del hombre y de la vida.


Cultura de la muerte


Este es el marco ideológico en que se fundan las campañas de opinión, cada vez más frecuentes, que pretenden la instauración de leyes en favor de la eutanasia y del suicidio asistido. Los resultados ya obtenidos en algunos países, unas veces con sentencias del Tribunal supremo y otras con votos del Parlamento, confirman la difusión de ciertas convicciones.Se trata de la avanzada de la cultura de la muerte, que se manifiesta también en otros fenómenos atribuibles, de un modo u otro, a una escasa valoración de la dignidad del hombre, como, por ejemplo, las muertes causadas por el hambre, la violencia, la guerra, la falta de control en el tráfico y la poca atención a las normas de seguridad en el trabajo.


Como si el hombre fuera autor de sí mismo


Dimensión filosófica e ideológicaHay, además, una dimensión filosófica e ideológica, basándose en la cual se apela a la autonomía absoluta del hombre, como si fuera el autor de su propia vida. Desde este punto de vista, se insiste en el principio de la autodeterminación y se llega incluso a exaltar el suicidio y la eutanasia como formas paradójicas de afirmación y, al mismo tiempo, de destrucción del propio yo.



Una sanidad deshumanizada


Dimensión médica y asistencialHay, asimismo, una dimensión médica y asistencial, que se expresa en una tendencia a limitar el cuidado de los enfermos graves, enviados a centros de salud que no siempre son capaces de proporcionar una asistencia personalizada y humana. Como consecuencia, la persona internada muchas veces no tiene ningún contacto con su familia y se halla expuesta a una especie de invasión tecnológica que humilla su dignidad.Un impulso oculto: la ética utilitarista Existe, por último, el impulso oculto de la llamada "ética utilitarista", por la cual muchas sociedades avanzadas se regulan según los criterios de productividad y eficiencia: desde esta perspectiva, el enfermo grave y el moribundo necesitado de cuidados prolongados y específicos son considerados, a la luz de la relación costo-beneficios, como cargas y sujetos pasivos. En consecuencia esa mentalidad lleva a disminuir el apoyo a la fase declinante de la vida.Obligación de la Iglesia Frente a las nuevas manifestaciones de la cultura de la muerte, la Iglesia tiene la obligación de mantenerse fiel a su amor al hombre que es "el primer camino que (...) debe recorrer" (Redemptor hominis, 14). A ella le compete hoy la tarea de iluminar el rostro del hombre, en particular el rostro del moribundo, con toda la luz de su doctrina, con la luz de la razón y de la fe; tiene el deber de convocar, como ya ha hecho en diversas ocasiones cruciales, a todas las fuerzas de la comunidad y de las personas de buena voluntad para que, alrededor del moribundo se establezca con renovado calor un vinculo de amor y solidaridad.Sentimientos ante la muerteLa Iglesia es consciente de que el momento de la muerte va acompañado siempre por sentimientos humanos muy intensos: una vida terrena termina; se produce la ruptura de los vínculos afectivos, generacionales y sociales, que forman parte de la intimidad de la persona; en la conciencia del sujeto que muere y de quien lo asiste se da el conflicto entre la esperanza en la inmortalidad y lo desconocido, que turba incluso a los espíritus más iluminados. La Iglesia eleva su voz para que no se ofenda al moribundo, sino que, por el contrario, se lo acompañe con amorosa solicitud mientras se prepara para cruzar el umbral del tiempo y entrar en la eternidad.La dignidad del moribundoLa Iglesia, al defender el carácter sagrado de la vida también en el moribundo, no obedece a ninguna forma de absolutización de la vida física; por el contrario, enseña a respetar la verdadera dignidad de la persona, que es criatura de Dios, y ayuda a aceptar serenamente la muerte cuando las fuerzas físicas ya no se pueden sostener. En la encíclica Evangelium vitae escribi: "La vida del cuerpo en su condición terrena no es un valor absoluto para el creyente, sino que se le puede pedir que la ofrezca por un bien superior. (...) Sin embargo, ningún hombre puede decidir arbitrariamente entre vivir o morir. En efecto, sólo es dueño absoluto de esta decisión el Creador, en quien "vivimos, nos movemos y existimos" (Hch 17, 28)" (n. 47).Línea de conducta moral ante el moribundo: condenas de la eutanasia y del suicidioDe aquí brota una línea de conducta moral con respecto al enfermo grave y al moribundo que es contraria, por una parte a la eutanasia y al suicidio (cf. lb., 61), y, por otra, a las formas de "encarnizamiento terapéutico", que no son un verdadero apoyo a la vida y a la dignidad del moribundo. Es oportuno recordar aquí el juicio de condena de la eutanasia entendida en sentido propio como "una acción o una omisión que, por su naturaleza y en la intención, cause la muerte, con el fin de eliminar cualquier dolor", pues constituye "una grave violación de la ley de Dios" (ib., 65). Igualmente, hay que tener presente la condena del suicidio, dado que, "bajo el punto de vista objetivo, es un acto gravemente inmoral, porque conlleva el rechazo del amor a sí mismo y la renuncia a los deberes de justicia y de caridad para con el prójimo, para con las distintas comunidades de las que se forma parte y para la sociedad en general. En su realidad más profunda, constituye un rechazo de la soberanía absoluta de Dios sobre la vida y sobre la muerte" (ib., 66).Cuidados paliativosLa delicadeza de las conciencias en las familias y en los hospitales favorecerá seguramente una aplicación más general de los "cuidados paliativos" a los enfermos graves y a los moribundos para aliviar los síntomas del dolor, llevándoles al mismo tiempo consuelo espiritual con una asistencia asidua y diligente. Deberán surgir nuevas obras para acoger a los ancianos que no son autosuficientes y se encuentran solos; pero, sobre todo, deberá promoverse una amplia organización de apoyo económico, además de moral, a la asistencia prestada a domicilio: en efecto, las familias que quieren mantener en su casa a la persona gravemente enferma, afrontan sacrificios a veces muy costosos.Las Iglesias particulares y las congregaciones religiosas tienen la oportunidad de dar en este campo un testimonio de vanguardia, conscientes de las palabras del Señor a propósito de cuantos se prodigan por aliviar a los enfermos: "Estaba enfermo y me visitasteis" ( Mt 25, 36).¿Cuál es el compromiso que deben asumir los fieles?El tiempo en que vivimos exige la movilización de todas las fuerzas de la caridad cristiana y de la solidaridad humana. En efecto, es preciso afrontar los nuevos desafíos de la legalización de la eutanasia y del suicidio asistido. Para este fin no basta luchar contra esta tendencia de muerte en la opinión pública y en los parlamentos, también es necesario comprometer a la sociedad y a los organismos de la Iglesia en favor de una digna asistencia al moribundo.Desde esta perspectiva, apoyo de buen grado a cuantos promueven obras e iniciativas pare la asistencia de los enfermos graves, de los enfermos mentales crónicos y de los moribundos. Si es necesario deben tratar de adecuar las obras asistenciales ya existentes a las nuevas exigencias para que ningún moribundo sea abandonado o se quede solo y sin asistencia ante la muerte. Ésta es la lección que nos han dejado numerosos santos y santas a lo largo de los siglos y, también recientemente, la madre Teresa de Calcula con sus oportunas iniciativas. Es preciso educar a toda comunidad diocesana y parroquial pare asistir a sus ancianos, y para cuidar y visitar a sus enfermos en sus casas y en los centros específicos según las necesidades. Todo completo..

sábado, 17 de abril de 2010


El término eutanasia es todo acto u omisión cuya responsabilidad recae en personal médico o en individuos cercanos al enfermo, y que ocasiona la muerte inmediata de éste. La palabra deriva del griego: eu (‘bueno’) y thanatos (‘muerte’).

Quienes defienden la eutanasia sostienen que la finalidad del acto es evitarle sufrimientos insoportables o la prolongación artificial de la vida a un enfermo, presentando tales situaciones como «contrarias a la dignidad». También sus defensores sostienen que para que la eutanasia sea considerada como tal, el enfermo ha de padecer, necesariamente, una enfermedad terminal o incurable, y en segundo lugar, el personal sanitario ha de contar expresamente con el consentimiento del enfermo.

Otros, creen que los programas de eutanasia están en contraposición con los ideales con el que se defiende su implementación. Por ejemplo, los médicos durante el régimen nazi hacían propaganda en favor de la eutanasia con argumentos tales como la indignidad de ciertas vidas que por tanto eran, según aquella propaganda, merecedoras de compasión, para conseguir así una opinión pública favorable a la eliminación que se estaba haciendo de enfermos, considerados minusválidos y débiles según criterios médicos. Por eso, ante la realidad de los crímenes médicos durante el régimen nazi, en los Juicios de Núremberg (1946-1947) se juzgó como criminal e inmoral toda forma de eutanasia activa y además se estableció desde entonces de manera positiva, es decir expresamente, que es ilegal todo tipo de terapia y examen médico llevado a cabo sin aclaración y consentimiento o en contra de la voluntad de los pacientes afectados.

Actualmente en muy pocos países (por ejemplo, Holanda y Bélgica) se ha despenalizado la eutanasia, y en ellos todavía permanece tipificado como homicidio, por ejemplo como homicidio pietístico o bien como asistencia al suicidio. Según los datos oficiales, los supuestos arriba mencionados no son cumplidos: en una tasa creciente, a miles de personas se les aplica la eutanasia en contra de su voluntad y las restricciones para aplicar la eutanasia han ido disminuyendo, por ejemplo actualmente existe el permiso legal para aplicar la eutanasia a niños recien nacidos con muy graves problemas de salud sin consentimiento de nadie excepto del médico. Todo completo